sábado, 3 de diciembre de 2011

Las momias no existen


Esto lo escribí para continuar una historia de una revista. Toda la historia la encuentras en un blog desarrollado por Joaquín Artime (http://micro-relativo.blogspot.com). Espero os guste la historia y que continúen con ella, las magníficas ilustraciones son de la amiga Leticia Zamora. Pueden ver parte de su obra en (http://leticiazamora.blogspot.com).


Las momias no existen 3
Texto: El hombre azul
Ilustración: Leticia Zamora

Jonay cerró sus ojos con fuerza, aunque sabía que no podría aguantar así durante mucho tiempo. La incertidumbre de no saber lo que pasaba fuera era aún mayor a la necesidad de estar a oscuras, a salvo, dentro de sí mismo. De pronto se sintió mareado, como si las olas lo estuviesen zarandeando en la cubierta de un barco, pero él no estaba en alta mar, él estaba en su cuarto. Lo que en verdad notaba era cómo su cuerpo se elevaba paulatinamente, primero unos pocos centímetros, luego unos pocos más. El peso de las sábanas y el edredón así lo indicaban.

Cuando abrió los ojos para salir de dudas vio el techo a escasa distancia. Si alargo el brazo podré tocar la pintura blanca con mis propias manos, pensó, y justo en ese instante la habitación se iluminó por unas ráfagas de luz que provenían de todas partes, de un azul intensísimo, confundiéndose con los cuerpos inertes que hasta el momento se habían limitado a rodear su cama.

Quiso gritar pero algo le dijo que no debía hacerlo, que no tenía por qué tener miedo, aunque él sí lo tenía. Aún así, no deseaba que sus gritos pudieran dar fin a aquella fantástica situación. La tranquilidad que se apoderaba de él en un momento tan extraño le parecía tan maravillosa como terrorífica. No son malos, son nuestros amigos, pronunció en su cabeza, y aquellas palabras, como si hubiesen servido para conjurar un hechizo, hicieron que los muebles se levantasen para volar a su alrededor a gran velocidad, dibujando círculos en torno a una cama que también levitaba.

El niño no cabía en sí de asombro y júbilo contenido, al igual que no lo hacía su padre, que desde el umbral de la puerta llevaba un rato contemplando el espectáculo, aunque él con una clara expresión de espanto.

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